Que cualquiera de nosotros tenga problemas o diferencias con los cacos oficiales de Hacienda es cuestión que puede tener mil caras. Como conozco algunas no generalizaré.
Lo que resulta de todo punto impresentable es que los inspectores o jefes de la tributación acogoten, amenacen, chuleen y sobre todo vejen a ningún contribuyente.
Se puede precintar un restaurante cuando no hay clientes. Se puede llamar a capítulo discreta y firmemente. Se puede multar o reconvenir sin fanfarrias. Se puede disentir.
Pero no se puede funcionar, ni debemos admitírselo, como los reyes del hampa con protección oficial.
Eso es matonismo, revancha, cobardía e ilegalidad.
Lo que le hicieron a Sergi Arola ayer merece todo mi rechazo en las formas. He dicho.