La mejor forma de medrar en un sistema sin valores es siendo cómplice de él. Lo saben bien los asesores, los designados a dedo, los políticos de paso, los directivos de las televisiones...
Mantener el criterio supone siempre una refriega. Lo cual requiere valor y engendra riesgo. El mundo de los instalados desprecia ambas cosas el valor y el criterio. Por eso las inercias de estulticia, rendición, acomodamiento o rebañismo crecen y crecen.
El sistema premia a cómplices y a peleles. En su pringosa escalera de premios quiere escaladores con los pies apelmazados.
Y así llegan a la cumbre los profesionales del SÍ SEÑOR.