Ayer en Barcelona Sixto Rodríguez recibió un baño de multitudes y ovaciones cantando unas canciones que compuso en los 70 y han estado casi cuarenta años en el anonimato.
Como sabéis he visto catorce veces la película (Searching for Sugar Man) y no me canso de hacerlo. Quizás por mi faceta de compositor no demasiado atendido o por mi sensibilidad hacia los perdedores la encuentro emocionantísima.
Reconforta asistir a una historia donde un hombre bueno acaba siendo acariciado por la vida. Tarde, pero acariciado.
En su juventud no vendió un disco de las canciones que ayer fueron aplaudidas en Barcelona. Y, sin saberlo él, estas fueron la bandera de varias generaciones en Sudáfrica donde vendió millones de copias.
Para la mayoría Rodríguez estaba muerto. Se suicidó - decían - en el escenario. Y ahora la película le ha resucitado. Vive en Detroit en la misma casa que hace cuarenta años. Es albañil, trabaja duramente, ha educado a tres magníficas hijas y le cuesta llegar a fin de mes. Lo de ayer y lo que venga caricias inesperadas.