El único secreto que no se quiebra es el que no se cuenta. Contra esto la pertinaz curiosidad humana ha urdido históricamente mil estrategias.
La tecnología actual pone en nuestra mano la tentación peligrosísima de la compulsión. La primera ocurrencia que te cruza la cabeza puede llegar al otro extremo del planeta en segundos.
Desde que esto arrancó me doy por violado al completo. No tengo la menor duda de que cualquier comunicación profesional, privada, erótica o poética acabará en manos de quien la busque.
¿Qué hace pues el Presidente del Gobierno poniéndole mensajes a un presunto? Hace el capullo.
No digo que no nos venga bien saber estas trapacerías que, al fin y al cabo, ya dábamos por sabidas. Nada de lo más turbio o sucio que podamos imaginar me sorprenderá nunca. Pero choca la ingenuidad de un dirigente tan ligero de SMS.
No uso jamás el correo electrónico para cuestiones personales. El que rastree encontrará contratos, quejas, alguna puya profesional...pero de vida privada nada.
Me parece llegado el momento de confiar solamente en las conversaciones personales mirándose a los ojos, en los hechos que no necesitan explicación y sobre todo en el silencio.
España es un país desquiciado. Un manicomio sonoro. Un diluvio de mierda de arriba a abajo.
No lo han hecho los curritos que pagan impuestos sino los que los recaudan.
No se lo pongamos más fácil con mensajitos innecesarios.