Las empresas que miden las audiencias en las televisiones, aunque se vigilen unas a otras aparentemente, están participadas con dinero de algunos agentes interesados. Eso las hace absolutamente increíbles.
Cada cambio de directivo o accionariado supone un sesgo. Lo he vivido en primera persona. Al arribar Ricardo Visedo a Antena 3 hace veinte años la cadena subió casi diez puntos con la misma programación. Las triquiñuelas y montajes para condicionar los números son innumerables. Conozco a productores que presumen de comprar a los usuarios de los audímetros a cambio de un sueldo al mes.
Si a esto añadimos la absoluta inexactitud de lo que miden los aparatitos, que no saben si el televisor está encendido pero el usuario fuera de casa o durmiendo por ejemplo, topamos con un panorama de pura ciencia-ficción. Pero, a cambio, con un pingüe negocio que consiste en falsear la realidad.
No niego que alguna cifra será orientativa. Pero afirmo que se maquilla y trastoca todo lo que se puede. No creo en absoluto en esos datos.
Al final nos domina una inducción interesada que todavía nadie sabe como medir limpiamente y de verdad.