En el periódico 20 minutos explican hoy el cierre y las dificultades de muchísimos centros de ocio en Madrid. Este hecho se extiende igualmente a otras ciudades españolas. Como es natural ante la estrechez de los presupuestos familiares, provocada por la crisis, una de las primeras abstinencias de gastos que se practica es la del ocio. Comprensible. Si a las dificultades que todo el mundo conoce se añade la descomunal torpeza de gravar los espectáculos con un veintiún por ciento de IVA se extiende, además del perjuicio a cada hecho y compañía, la idea de que el teatro ha subido de precio lo cual inhibe al posible espectador de plantearse su presencia en las representaciones.
Es obvio que quien tomó la decisión es un puto e insensible contable que jamás conoció la incertidumbre y volatilidad en la que se mueve el teatro sin subvenciones. Algún absoluto ignorante que desconoce por completo la raíz de esos esfuerzos y la fragilidad de su consistencia. Aprendí cuando empecé a ser empresario de mis obras "que en el teatro se gana de duro en duro y se pierde de cien en cien". Otra cosa son los teatros nacionales y sus subvenciones.
En resumen el IVA está actuando de puntilla sobre un cuerpo habitualmente exangüe y ahora con escasez de avituallamiento.
La profesión no subvencionada está esperando que alguien corrija.